Historias de Alicante, contadas desde mi atalaya de la Serra Grossa o Sierra de San Julian.
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jueves, 27 de mayo de 2010

LO A CLAVAO EL HIJO DE LA GRAN... BRETAÑA

LA MILLOR TERRA DEL MON

LA CARA DEL MORO



    En los primeros tiempos de la dominación árabe moraba el castillo un Príncipe cruel y despota, enemigo acerrimo de los cristianos.
     Este Príncipe, tenía una debilidad: su hija, la Princesa Zahara, bella entre las bellas y para quien su padre deseaba las mayores riquezas y honores.
     Su hermosura atraia a innumerables pretendientes, que solicitaban su mano, pero ninguno despertaba su interes, aunque pertenecian a las más ilustres estirpes mahometanas.
     Por entonces se gozaba de una tregua entre moros y cristianos.
     El Walí o Príncipe, aprovechó esta tregua para organizar unas fiestas donde los galanes podían demostrar sus habilidades ante los indiferentes y bellos ojos de Zahara.
     Un día que cansada y aburrida se refugió en sus jardines privados observó una sombra entre los árboles. Sorprendida y curiosa exclamó:
     - ¿Quien anda hay?
     De entre los árboles salió un joven apuesto que se quedo mirandola sin la menor turbación.  
     - ¿Quién eres?  - volvió a decir, impaciente y molesta, pues estaba acostumbrada a que todos se humillasen ante ella - ¿Qué buscas? ¿No sabes que el que penetra en este recinto tiene pena de muerte?
     - Después de cntemplarte no me importa morir - contestó el galán, sin apartar sus ojos de ella.
     La Princesa se sorprendió ya que nunca nadie le había dicho nada tan hermoso. Con todo aún recelaba, pues las emboscadas y la traición acechaban por todas partes, en aquella época.
     - Todavía no me has dicho quíen eres.
     - ¿Que importa? Ya ves que soy cristiano y eso es suficiente para que me entregues a la guardia. Al venir sabía que arriesgaba mi vida, pero tenía que cumplir mi más ardiente deseo: ¡verte!
     - ¿Por qué?...
     Tardó el cristiano unos momentos en contestar y clavando sus ojos en los de Zahara respondió:
     - ¿Acaso no lo adivinas? ¿Ignoras que la fama de tu hermosura ha llegado hasta los más apartados lugares? Yo te amaba sin conocerte. El trino de los pajaros, el aire entre los árboles, las olas del mar, las estrellas del cielo... En todo lo bello te encontraba. Nada en vida es importante porque la única razón de mi vida eres tú. Por eso arriesgue mi vida por conocerte. Quería convencerme de que eras tan hermosa como te soñaba.
     ¿Y ... que?, preguntó la joven anhelante.
     - Eres mucho más, tanto, que ya no eres mi vida sino mi muerte. Después de conocerte sé que no podré vivir sin ti -concluyó con amargura.
     - Yo no quiero que mueras -respondió la joven-. Ven - dijo con dulzura tomando su mano-. Te diré por donde escapar.
     Con sigilo le condujo a un cobertizo disimulado entre flores. Allí oprimió un resorte, y apareció un hueco por el que escaparse.
     - Sigue la galería y te llevará fuera de las murallas. Espera al anochecer y nadie te verá. ¡Que Alá te guie!
     ¡Volveré! - prometió el joven antes de desaparecer .
     Zahara regresó a sus aposentos donde le esperaban las esclavas dispuestas a vestirla y acicalarla para la fiesta de aquella noche.
     Cuando apareció en el jardín, envuelta su esbelta figura en un vaporoso almajar, hasta las flores sintieron envidia. Se hizo el silencio, pues todos los presentes quedaron absortos.
     El Walí era dichoso con el triunfo de la Princesa. ¡Su hija era digna de ser la más poderosa Sultana del Islam! ¡Y por Alá que lo sería!
     A partir de aquella noche Ben-Abed-el-Hacid solo pensaba en como casar a Zahara con el Sultán de Damasco. que buscaba esposa.
     Reunió a sus consejeros para estudiar el proyecto.
     Zahara mientras tanto, vivia ajena al deseo de su padre. No podía apartar de su pensamiento al joven cristiano y un sentimiento muy dulce inundaba su corazón. Vivía como flotando en un ensueño, pasando por rachas de melancolía o de alegría exuberante. Fátima, su nodriza, la sorprendió más de una vez con lágrimas en los ojos y mujer al fin, comprendió que estaba enamorada, pero..., ¿de quién? Su instinto le avisaba de un peligro y su vigilancia, desde ese momento, se hizo constante. Todos los hombres que tenian contacto con la niña, desde oficiales del Walí hasta los centinelas, fueron observados minuciosamente sin hallar indicio que confirmase sus sospechas. Fátima se tranquilizó pensando que la Princesa no estaba de enamorada de nadie en especial sino del Amor, que hacía acto de presencia en su incipiente juventud. La Princesita se pasaba la vida en el pequeño jardín y eso era motivo de preocupación. Se propuso descubrir que le pasaba y no tardó en averiguarlo. Una figura varonil aparecía y desaparecía todos los atardeceres como no queriendo llamar la atención.
     Y así fueron pasando los días. Los proyectos del Walí se iban realizando satisfactoriamente y se estaba preparando la embajada que habría de ir a Damasco.
      La Princesa desmejoraba notablemente y su padre, con frases cariñosas, intentaba averiguar la causa de su tristeza. Seguro de halagarla le hablaba de su próximo matrimonio y de la vida suntuosa y entre riquezas que le esperaba. Entonces Zahara palidecía y se abrazaba a su padre llorando, suplicándole que no la apartara de su lado. El Walí preocupado, ordenó llamar a los mejores físicos. Fué inútil, no hallando ningun mal. Entonces llamó a los astrólogos. Y los astros hablaron, revelando la verdad. El astrólogo jefe, rodeado de sus ayudantes, comunicó el resultado. Todos vestían largas túnicas negras bordadas de estrellas. Sólo Ibrahim, el jefe, llevaba una túnica azul, bordada con los simbolos del zodíaco.
     El astrólogo, habló ante el Walí:
     - Tu hija, poderoso señor, padece un mal propio de la juventud. Está enferma de Amor y además de un Amor imposible.
     El asombro de Ben-Abed-el-Hacid fué enorme.
     - Ibrahim -preguntó rápido-, mientes, pero si estás tan seguro, dame el remedio que la cure. De no hacerlo así, morirás.
     El adivino sonrió y tranquilamente dijó:
     - No te servirá de nada mi muerte, ya que sólo el amor puede salvar a tú hija.
     - Entonces empezaré inmediatamente con los preparativos de su boda con el Sultán.
     - ¡Oh, Principe! no entiendes. Zahara solo sanará con el amor que ella decida.
     El Walí no dio importancia a estas palabras. Estaba seguro que su hija se sentiría dichosa al desposarse con el Sultán que, además, era joven, apasionado y la esperaba con impaciencia.
     La nodriza, no perdía de vista a la Princesa y una tarde la sorprendió  oprimiendo el resorte oculto en el macizo de rosas. Se ocultó entre los árboles y presenció a los enamorados que, olvidándose de todo, se juraron amor eterno.
     - ¿Quién eres?. Aún no se tú nombre.
     - ¿Como me llamas en tu corazón?
     - Amado -contestó dulcemente Zahara.
    - A ninguno mejor podía aspirar, pero es justo que sepas quien soy. Raza, patria, religión... todo nos separa, sin embargo, mi amor está por encima de todos los obstáculos. Que Dios me perdone. Soy el primogénito del Conde García de Oñate, añadió con orgullo.
     La Princesa se estremeció al oir ese nombre. Era el mayor enemigo de su padre.
     - Ya ves, amada mía, que triste es nuestro sino, pues ni tú padre ni el mío cederá jamás.
     - Huyamos. -dijo Zahara- Yo estoy dispuesta. Tu patria será mi patria y tu Dios mi Dios.
     El cristiano, emocionado, besó los divinos ojos que tanto amor reflejaban.
     Fátima, que escuchaba conmovida, se decidió a intervenir temerosa de que la guardia los sorprendiera.
     Su aparición sobresaltó enormemente a los enamorados.
     - ¡Que locura, hijos míos! Vete, cristiano y dame tu palabra de honor de que no volverás. Yo prometo callar aunque arriesgo mi vida si esto se descubre.
     En ese momento se oyeron las pisadas de la guardia haciendo su ronda. El joven apenas tuvo tiempo de huir.
     Al instante fue llamada por su padre. Acudió temblando, temerosa de que supiese algo, pero su expresión radiante le devolvió la tranquilidad.
     - Dentro de dos días, saldremos para Damasco donde te casaras con el Sultán.
     Zahara se quedó paralizada por el terror. Palideció intensamente y gritó.
     - No. No iré nunca, ¡nunca!
     El desconcierto y la cólera del Walí fueron terribles.
     - Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes? ¿Por qué no irás? -rugió, mientras la zarandeaba violentamente.
     Esta, desesperada, tuvo valor para contestarle:
     - Porque amo a otro.
     Rapidamente la mano del padre abofeteó las mejillas de la niña.
     - Su nombre -exigió.
     Ella permaneció callada mientras era maltratada por su padre, ciego de furor, hasta caer al suelo desvanecida. Entonces llamó a la nodriza que, atemorizada por las amenazas, reveló cuanto sabía.
     Ben-Abel-el-Hacid comenzó a meditar su venganza. Tenía que matar a Fernando de Oñate, pero con sigilo, a traición, ya que moros y cristianos gozaban de una beneficiosa tregua y no quería ser él quien la rompiera.
     Todo parecía normal pero se vigilaba estrechísimamente la galería secreta, para dejar paso franco al hijo del Conde de Oñate. Había que prenderlo dentro del castillo para acusarle de espía.
     Los amantes fueron sorprendidos en el jardín y los guardias detuvieron al joven trasladandolo a las mazmorras. Zahara sabía lo que le esperaba a Fernando y no podía soportar el dolor que atenazaba su corazón. La Princesa enfermó y aunque era atendida por los mejores físicos, todo fue inútil. La joven se moría.
     La noticia corrió como la pólvora por el castillo. Muchos lloraban. La niña era querida por todos. El Walí, al saber la noticia, se estremeció. Su pecho ardía. Su amor de padre luchaba contra su orgullo herido. Acudió a verla y al encontrarla tan frágil, tan indefensa, con una expresión de terror en su rostro, sus sentimientos paternos se impusieron a todo lo demás. Ordenó salir de la estancia a todos los presentes y se quedó sólo con su hija.
     - Zahara, hija -decía mientras le acariciaba la frente- tranquilizate. No ha ocurrido nada irremediable.
     Estas palabres fueron un rayo de luz haciendola volver a la vida.
     Pasaba el tiempo, y aunque Fernando seguía preso la esperanza anidó en el corazón de Zahara.Un día, su padre prometió perdonarla y liberar al cristiano si ella lo olvidaba y se desposaba con el Sultán. Fue inútil. Zahara renunciaba a su amado para salvarle, pero ¡jamás se casaría con otro!
     Una cólera fría se apoderó del Walí. ¡Su paciencia había llegado al límite! ¡Sus proyectos y ambiciones habían fracasado! ¡¡Y todo por un cristiano!! Jamás lo consentiria. El cariño por su hija se desvaneció.
     Ben-Abed-el-Hacid fraguó un diabólico plan. Volvió hacia su hija, que no paraba de llorar y aparentando una calma que estaba muy lejos de sentir, le propuso una solución que era la trampa en la que cayó incautamente.
     Zahara, le dijo seriamente su padre, hagamos un pacto. Pero comprometiendonos a respetarlo. Si yo gano tú obedeceras mis ordenes. Si por el contrario ganas tú te dejaré libertad para hacer lo que quieras. ¿Lo cerramos?
     ¿Que podía hacer sino aceptar? De nuevo su corazón se abría a la esperanza. Entonces la voz del Walí sonó fría y metálica como un cuchillo:
     - Mira, dijo señalando el panorama, si mañana este paisaje que contemplamos tan limpio y azul amanece nevado, tu ganarás. Si todo sigue igual, ganaré yo.
     Y sin esperar contestación salió del aposento.
      Fueron pasando tristemente las horas hasta que el cansancio rindió a Zahara. Al despertar, un sollozo subió a su garganta al observar que el sol inundaba la estancia. Un cielo azul se recortaba en el marco de la ventana. ¿Donde estaba la nieve? Y ella que ni siquiera la conocía, angustiada acudió a la ventana. Un grito de asombro se escapó de sus labios. ¡Por Alá misericordioso! ¿Era posible aquello? Toda la extensión que abarcaban sus ojos aparecía cubierta por un manto blanco. ¡¡ Todos los almendros, que poblaban los alrededores, habían florecido aquella noche como si se tratara de un perfumado ejército que quisiera demostrar su adhesión a la Princesita!!
     Zahara, emocionada, salió corriendo hacia el aposento de su padre para enseñarle el milagro. También éste estaba asombrado, pues si aquello no era lo que habia pedido sí era desconcertante. Al llegar su hija tuvo un momento de perplejidad y titubeo, pero pronto su rostro se endureció y adquirió un rictus cruel. En ese momento se alegró de haberse adelantado a los acontecimientos.. Su mirada sombría se dirigía hacia el torreón donde una figura humana pendía de la horca...
     La joven miró en la misma dirección. Un grito de dolor salió de su pecho. Dejó la habitación y se dirigió hacia el fatídico sitio. Los ojos horrorizados del padre vieron cómo la blanca figura se abrazaba al cuerpo ya sin vida y antes de que nadie pudiera ayudarles, horrorizado, observó cómo los dos enamorados caían al vacío, salpicando con su sangre la inmaculada blancura de las flores...
     El Walí, corrió hacía el lugar donde cayeron los dos jóvenes. Nadie se atrevió a detenerle, pues su aspecto inspiraba pánico. Cuando al llegar vio los restos ensangrentados, que yacían en el fondo del barranco, un alarido brotó de su pecho. Después...
     ¿Fue un desvanecimiento? ¿Un acto voluntario? Nunca se sabrá. Lo cierto es que su cuerpo se desplomó en el vacío. 
     Al día siguiente la ciudad entera quedaría muda de asombro ante un hecho prodigioso. En el Benacantil se veía una cara que recordaba al Walí.
     La imaginación popular halló pronto una explicación. El moro había sido castigado por su crueldad y su rostro permanecería eternamente azotado por los vientos y expuesto a todas las vejaciones del tiempo y los hombres.
     Los almendros, en esta bendita tierra, siguen floreciendo como nieves milagrosas, todas las primaveras y trayendo su poético mensaje a los enamorados. Algunos de estos preciosos árboles, desde entonces, ostentan flores rosadas y no blancas, como la mayoría, en recuerdo y tributo a unos amantes desgraciados que derramaron su sangre por un amor tiñendo con ella aquellas flores que se abrieron para salvarlos.



    

lunes, 17 de mayo de 2010

jueves, 13 de mayo de 2010

PROVINCIA DE ALICANTE: FAROS CON ENCANTO

FARO DEL CABO DE LAS HUERTAS (ALICANTE)


Nº español: 24700 
Nº internacional: E-0166

Altura sobre nivel del mar: 38 m. 
Altura sobre tierra: 9 m.
Alcance: 15 millas naúticas









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FARO DEL CABO DE SANTA POLA (SANTA POLA)


Nº español: 24400
Nº internacional: E-0152

Altura sobre nivel del mar: 152 m.
Altura sobre tierra: 5 m.
Alcance: 16 millas naúticas




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FARO ISLA DE TABARCA (ALICANTE)


Nº español: 24270
Nº internacional: E-0148


Altura sobre nivel del mar: 29 m.
Altura sobre tierra: 14 m.
Alcance: 15 millas naúticas.








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FARO DEL CABO LA NAO (JAVEA)


Nº español: 25200
Nº internacional: E-0176


Altura sobre nivel del mar: 122 m.
Altura sobre tierra: 22 m.
Alcance: 23 millas naúticas











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FARO DEL CABO DE SAN ANTONIO (JAVEA)


Nº español: 25300
Nº internacional: E-0180


Altura sobre nivel del mar: 175 m.
Altura sobre tierra: 17 m.
Alcance: 26 millas naúticas





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FARO DEL ALBIR (ALFAZ DEL PI)


Nº español: 24900
Nº internacional: E-0173,6


Altura sobre nivel del mar: 112 m.
Altura sobre tierra: 8 m.
Alcance: 15 millas naúticas








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Aunque en la provincia de Alicante existen muchos más faros y balizamientos, son mucho más modernos y sin ningun encanto.
Los seis faros que os presento aquí, mantienen intacto el sabor marinero, y aunque hoy en día estan automatizados, conservan los edificios e infraestructuras que en su día utilizaba el personal encargado de su funcionamiento.

Fuentes:

Puertoalicante.com
Rem-28.com
Fotocommunity.es
Ayuntamiento alicante.es
Alicant Vivo.org