Historias de Alicante, contadas desde mi atalaya de la Serra Grossa o Sierra de San Julian.
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lunes, 13 de octubre de 2014

EN EL ALMA MI ALICANTE - 2

Construcción de la Estación de 
Madrid (1860)

Simulacro de batalla naval (1862)


Vista del puerto desde el castillo (1862)


El puerto, corazón de Alicante (1863)


Santa Cruz (1863)

Murallas de la ciudad (1863)

Baluarte de San Carlos (1864)

Canalejas (1870)

Muelle de Levante (1870)

El anterior mente visto baluarte de San Carlos (1873)

FOTOS DE ALICANTE VIVO, ALACANTI DE PROFIT, EL NOSTRE ALACANT D´ANTANY, RAFA ARJONES E INTERNET.

sábado, 1 de diciembre de 2012

EN EL ALMA, MI ALICANTE - 1


Expulsión de los moriscos (1609)


Vista de la ciudad y el puerto. Podemos observar a la izquierda el baluarte de San Carlos, la Puerta del Mar y a la derecha el torreón que había en lo que hoy es el Paseito Ramiro. (1840)


Grabado del puerto y parte de la ciudad. (1845)


Teatro Principal y Fonda Bossio. (1852)


Esquema comparativo del Alicante actual y el amurallado. (1858)


Grabado de la llegada del tren a Alicante. (1858)


Una de las pocas fotografias de la Puerta del Mar. (1858)


Improvisado apeadero montado para la visita de la Reina. (1859)

 
Estación de Madrid en sus primeros años, aún sin la cubierta. (1860)


Vista de las playas del Cocó, Postiguet y del puerto desde la sierra del Molinet. (1860)

Procedencia de las fotografias: Alicante Vivo, Alacantí de Profit, El nostre Alacant d´Antany, P. Arjones e internet.
EN EL ALMA MI ALICANTE....

Tras un largo tiempo alejado de este tú blog sobre Alicante, intentaré añadir entradas más asiduamente.

Hoy quiero empezar una serie sobre fotografias de nuestra ciudad.

Iré añadiendolas o bien de año en año o en grupos de diez.

Espero que os gusten.

martes, 5 de abril de 2011

LA SOMBRA DE MARIOLA


BAÑERES

LA SOMBRA DE MARIOLA

   En los anales del Reino de Valencia, de Francisco Díaz, se cita un castillo llamado "Mariola", castillo que figura enclavado en la sierra de su nombre entre Bañeres y Bocairente.
   La Sierra de Mariola es universalmente conocida por la riqueza y variedad de sus plantas aromáticas y medicinales y es, sin duda, uno de los más bellos parajes de la provincia de Alicante.
   En este lugar, dice el mencionado cronista, existió una importante población romana, que, según los datos recogidos en los citados anales, fue fundada por Sexto Mario, dueño y señor de este importante territorio.
   En sitio tan delicioso no podía faltar el toque de gracia: la leyenda, flor delicada que brota siempre en los lugares privilegiados.
   Esta leyenda, que vamos a relatar, tiene como tantas otras, su origen en un hecho histórico relatado por Tácito en el libro IV de sus anales, hecho que discurre allá por el año 38 de la Era Cristiana cuando España estaba sometida al poder de Roma y la luz del Evangelio no alumbraba aún a nuestra Patria.
   La residencia de este importante personaje era el Castillo aludido que llevaba el nombre de su dueño y por lo cual se llamaba la "Torre de Mario", a cuyo alrededor se fue formando un pueblo que vivía al amparo del poderoso señor español y cuyos habitantes le rendian tributo de vasalleje. El castellano tenía una sola hija llamada Mariola en la que había puesto no sólo todo su cariño sino también sus legítimas esperanzas para la continuación de su preclara estirpe. La muchacha ya está prometida a un noble joven llamado Aulo Emilio que desempeña un importante cargo en Cartagena, cerca del Pretor Romano.
   Para el orgulloso representante de Roma resulta intolerable que dentro de su jurisdicción exista una persona de tanta importancia como Sexto Mario al que, en su interior, teme como a un poderoso rival, envidiándole, además de su riqueza y prosperidad, su poderío reconocido y acatado por todos los habitantes de la comarca. También ha oído hablar de la belleza de su hija Mariola y sin tener en cuenta los sentimientos de la joven y sí, en cambio, los que le dicta su ambición, decide hacerla su esposa. De esta manera no sólo dispondrá de sus bienes, sino que, también, tendrá sometido al padre. El sabe que de una manera leal y franca no conseguirá nada, pues no ignora que se le considera como a un enemigo. Así es que decide emplear la astucia y hasta la traición si fuere preciso.
   Aulo Emilio se entera de sus propósitos y rápidamente avisa a Sexto Mario. Lo más importante es poner a Mariola a salvo quitándola del constante asedio del romano.
   En aquellos tiempos, de intrigas y traiciones, todos los señores poseían un refugio secreto. Sexto Mario también tenía el suyo y allí fue donde envió a su hija. Este refugio era el retiro favorito de Mariola y por ello su padre lo había preparado de una manera digna de su opulencia.
   Antes de proseguir nuestro relato queremos decir que este retiro existe en la actualidad y se le conoce con el sugestivo nombre de "La Gruta Blanca". Se halla situado en la parte oriental de la sierra, a una considerable altura sobre el nivel del valle de Cocentaina. Se trata de un hueco de grandes dimensiones en el interior de la roca y cuya denominación proviene de los mármoles que produce aquella cantera puesta en explotación por los contestanos.
   Esta es la realidad actual, pero las narraciones de la época romana nos la presentan como una gruta fantástica digna de ser habitada por las hadas del bosque. Era, dicen, una mansión de delicias, tallada en la misma roca, con esbeltas columnas y elegantes arcadas de brillante mármol donde la luz se quebraba y fulgía con todos los colores del iris. El suelo estaba cubierto de ricas pieles y los divanes con maravillosas telas orientales. Por doquier había artísticos pebeteros que perfumaban el ambiente. Todo aquello que la más refinada mujer pueda desear se hallaba reunido en esta maravillosa gruta para recreo de su dueña, la bella y gentilísima Mariola.
   A este lugar extraordinario, considerado por algunos narradores superior a la Gruta de Calipso, se trasladó Mariola con los más leales de sus servidores y con su más fiel guardian: una pantera, "La Pinta", que la seguía dócilmente por todas partes como un falderillo.
   Mientras tanto el Pretor Cayo Lúculo no ha perdido el tiempo y decide poner en práctica su plan. Fingiendo una visita amistosa se presenta en el castillo dende se le recibe con los honores debidos a su alto cargo. Y, como van pasando los días sin que Mariola haga acto de presencia, el romano se impacienta y apenas puede reprimir su cólera. Por fin manifiesta su deseo de saludarla y rendirle homenaje, pero su anfitrión contesta con evasivas que sirven para exasperar más y más su impaciencia, ya que estaba acostumbrado a que sus deseos fueran órdenes prontamente obedecidas.
   Y calladamente, solapadamente, la felonía va preparando la trampa en la que todos caerán con un grito de horror y de desesperación.
   Cayo Lúculo consigue sobornar a uno de los criados para que le descubra el paradero de su ama. Y una noche, cuando todos duermen, salen los dos del castillo con dirección a la gruta. La oscuridad es casi absoluta. La noche está nublada y fría. El viento, al pasar entre los árboles, silba de una manera lúgubre e inquietante. En la lejanía el aullido de un perro es como un presagio de agonía y muerte... El romano y su acompañante avanzan silenciosos, sin percibir el matiz siniestro del ambiente. Los dos son víctimas de sus bajas pasiones y no les interesa otra cosa que el logro de sus fines. Así, cada uno sumido en sus íntimas preocupaciones, llegan  ala "Gruta Blanca". Una vez allí el Pretor sin hacer el menor ruido se desliza hasta la alcoba de Mariola. la joven está encantada en su plácido sueño y Cayo Lúculo queda verdaderamente prendado de ella y decide con más firmeza que nunca hacerla suya. Y mientras la contempla extasiado un grito espantoso rasga el silencio de la noche.
   Un solo ser se había dado cuenta de esta visita: la "Pinta", que se avalanza contra el criado infiel y lo despedaza.
   Se arma el consiguiente alboroto y el Pretor, aprovechando la confusión general, consigue huir pero no sin antes ser reconocido y ser descubierta, por tanto, su traición.
   Al enterarse Sexto Mario de lo ocurrido tiene una violenta entrevista con su huésped y aunque éste, dominado por su orgullo, intenta disculparse y le pide formalmente a su hija por esposa, se niega rotundamente a escucharle y echándole en cara su desleal proceder lo arroja de su casa.
   El Pretor, enfurecido por esta humillante decisión, jura vengarse. Lo primero que hace es retirarse a Cocentaina y organizar el ataque al castillo ordenando no sólo su destrucción sino el saqueo de todo el territorio cuya riqueza tanto ambiciona. Y para que su légitimo dueño no pueda hacer reclamación alguna lo declara traidor a Roma.
   La miseria y la muerte se posesionan del lugar donde poco antes reinaba la alegría y la abundancia. ¡Misterios del corazón humano capaz de destruir aquello que más ambiciona cuando no puede conseguirlo!.
   Con todos estos acontecimientos Aulo Emilio está profundamente apenado. Hace mucho tiempo que no ve a su prometida y teme perderla para siempre. Pone en juego toda su influencia para salvar al padre y a su hija. Pero la fatalidad no solamente hace inútiles todos sus esfuerzos sino que, cada vez, complica más las cosas y las empeora. En las grecuentes visitas que hace a Cayo Lúculo conoce a su hermana Julia, cuya unfluencia iba a ser fatal para su causa.
   Esta mujer, amiga íntima del Emperador, es tan inmoral y soberbia como su hermano. Se aburre lejos de Roma y pretende encontrar en Aulo Emilio un ligero entretenimiento. Decidida emprende su conquista, pero todas sus artes de seducción se estrellan ante la indiferencia del joven. Ella tampoco está acostumbrada a que la desairen y poco a poco, va poniendo más interés en el juego hasta que lo que empezó siendo un banal pasatiempo llega a convertirse en una verdadera pasión.
   Su experiencia femenina adivina a una rival cuyo nombre no tarda en conocer y entonces, sus malos instintos le aconsejan una cruel venganza. Para lograrla se une a su hermano con el fin de perder a estos desgraciados seres, que no han cometido más delito que cruzarse en su camino, pero como saben que la región anda muy revuelta y todos están de la parte de Sexto Mario, deciden que lo más conveniente para su plan es aparentar una reconciliación, pues temen surja una protesta y el Emperador se entere de la verdad.
   Cayo Lúculo desde este momento empieza a preparar su desquite para lo cual consigue una orden imperial llamando a Roma a Sexto Mario y a su hija. Esto significa un alto honor y por tanto el Pretor y su hermana se ofrecen para acompañarlos en su viaje. También irá Aulo Emilio pues Julia, solapadamente, ha conseguido ganarse la confianza de los jóvenes y se ha convertido en su confidente y amiga.
   En Roma el Emperador, ajeno por completo a este complot, los recibe muy amablemente y para agasajarlos les invita a las fiestas de Palacio colmándolos de atenciones.
   El Pretor no puede prolongar por más tiempo su estancia en Roma y tiene que regresar a España donde le reclaman las obligaciones de su alto cargo.
   De esta manera Julia se queda sola en Roma donde podrá obrar con entera libertad. No tarda en poner en práctica sus viles propósitos valiéndose de la gran influencia que ejerce cerca del Emperador.
   Lo primero que hace es separar a los enamorados para así poder actuar más libremente en la conquista de Aulo Emilio. A la vez, conociendo bastante bien la manera de ser del Emperador, se dedica, con gran astucia, a ponderar en su presencia los encantos de Mariola. La estratagema tiene éxito y Tiberio queda prendado de la belleza y juventud de la española. Inmediatamente intenta seducirla pero Mariola lo rechaza sin contemplaciones. Como es natural, Tiberio no puede aceptar esta repulsa pues está acostumbrado a satisfacer todos sus deseos y trata de imponer su voluntad por la fuerza. Entonces Sexto Mario no tiene más remedio que intervenir en la defensa de su hija y temiendo la cólera del Emperador decide que lo mejor será alejarse del peligro regresando a la Patria, de la que nunca debieron salir.
   Lo malo es que no contaba con la crueldad de Tiberio que, exasperado por su pasión contrariada y por las intrigas de Julia, ordena la detención de padre e hija.
   A partir de este momento nadie vuelve a saber nada de ellos.
   Aulo Emilio, entretanto, hace desesperados esfuerzos para hallarlos pero todas sus pesquisas son inútiles. Una gran tristeza se apodera de él y Julia aprovecha este estado de ánimo para conseguir su propósito estando siempre a su lado solícita y cariñosa. Finge ayudarle y hace todo lo que puede para distraerle, sin conseguir el más pequeño triunfo. Al fin, desesperada y aburrida, decide acabar de una vez con esta situación que su orgullo no puede sufrir por más tiempo. Ha llegado el momento de vengarse del hombre que no ha sucumbido a sus artes de seducción. Todavía hay que seguir fingiendo un poco más...
   Se aproximan las fiestas del circo y Julia le pide a Aulo Emilio que le acompañe y así podrá distraerse también él. El joven trata de declinar esta invitación pero observa algo maligno en la expresión de Julia que le sobresalta y le obliga a aceptar.
   Y mientras se debate en una horrible incertidumbre llega el día tan deseado como temido.
   El circo presenta su aspecto de siempre. Las tribunas del Emperador y de los patricios son un alarde de riqueza y buen gusto, marco adecuado para las damas que allí lucen su belleza. En los repletos graderíos la multitud grita y se enardece ante el bárbaro espectáculo. Se van sucediendo la lucha de gladiadores con las consabidas escenas de crueldad inútil. Después...
   Hay un silencio espectante. En el ambiente se percibe la tragedia y sólo se escucha el jadear de las respiraciones. Va a empezar el número de las fieras, y en este momento en la arena aparecen dos figuras conmovedoras: un anciano y una jovencita que permanecen estrechamente abrazados. En sus rostros se refleja una gran pena y desesperación. Se adivina que no pueden comprender la causa de todo esto. Por las mejillas del anciano resbalan lágrimas. Tal vez en este supremo instante recuerda la patria lejana, los felices tiempos transcurridos en la tierra perfumada... La joven no llora. Está pálida, rígida, como ausente...
   El patetismo del grupo despierta en los graderíos un sentimiento parecido a la piedad y se oyen frases de compasión. Además no son éstas las victimas que a ellos les gustan, pues ni la extrema juventud de la muchacha, ni la avanzada edad del hombre, les permitirán el menor gesto de defensa y, por tanto, no habrá lucha ni emoción. Morirán y nada más.
   En las tribunas apenas ha habido una mirada de curiosidad. La mayoría permanece indiferente. Sólo dos personas acusan en sus semblantes sus opuestas emociones. Julia tiene sus ojos fijos en Aulo Emilio y hay tanta maldad en su expresión que su hermoso rostro resulta repulsivo. En cambio Aulo Emilio... se ha quedado paralizado por el terror pero cuando aparece un tigre, que se avalanza sobre Sexto Mario, un grito ronco, inhumano, sale de su garganta. Rápidamente, atropellando cuanto se opone a su frenética carrera, llega a la arena en el momento en que sale una pantera...
   Entonces ocurre algo inaudito, jamás presenciado en aquel sitio. El animal llega donde ha caído Mariola desvanecida y se echa a su lado sin hacerle el menor daño. ¡Es "Pinta"! ¡La pantera que Mariola había ofrecido como regalo al Emperador!
   El público, sorprendido por lo que está ocurriendo en la arena, grita pidiendo el perdón para la víctima y mientras tanto, Aulo Emilio ha llegado hasta ella y la levanta en sus brazos dirigiéndose después a la salida seguido de la pantera. Nadie se opone a su paso y aprovechando la confusión que reina en el circo logra ponerse a salvo.
   En Roma hay muchos españoles que cuando se enteran de lo ocurrido protegen a los jóvenes y los ocultan hasta que pueden salir de la ciudad y regresar a la Patria.
   Es un regreso muy triste, pues Mariola ha perdido la razón en el circo y no la recuperará jamás.
   Su prometido no podrá ¡nunca! hacerla su esposa pero dedica su vida a cuidarla y protegerla. También se ocupa de sus bienes y como ella ya no podrá gozar de sus tesoros los oculta en la "Gruta Blanca".
   Cuando los contestanos conocen estos sucesos juran vengar a sus señores. Reconocen a Aulo Emilio como a su nuevo señor y sin perder un momento se levantan contra Cayo Lúculo, a quien todos odian, declarándole guerra sin cuartel. Hábilmente lo van sitiando hasta que, por fin, consiguen hacerlo prisionero. El romano intenta sobornarlos y les ofrece honores y riquezas. También les hace ver que la venganza de Roma será terrible si a un delegado del Emperador le ocurriera algo.
   Los hispanos, como se llamaba a los españoles de entonces, no contestan. Sonríen enigmáticamente cuando se les habla de riquezas. ¡Son ellos, precisamente, los que se la van a ofrecer a él! Y, en efecto, lo conducen a la "Gruta Blanca", al lugar donde están los tesoros que tanto ambicionaba. Se los muestran y allí lo dejan en compañia de "Pinta"...
   Muchos pastores y algunos caminantes aseguran haber visto por la sierra, a altas horas de la noche, la figura fantástica de una mujer que vaga por los alrededores de la "Gruta Blanca". Le sigue siempre otra sombra más pequeña que recuerda la forma de una pantera.
   Los moradores de aquellos contornos no temen a la aparición y por eso no huyen, pues saben que no les hará ningun daño. Algunos la describen como una joven hermosa, envuelta en blancas y flotantes vestiduras. Es bellisima, según dicen, muy pálida y lleva suelta al viento su larga cabellera rubia que la rodea como un halo luminoso. A veces se queda quieta a la entrada de la "Gruta Blanca" y entonces parece una transparente estatua de alabastro.
   Cuando el caminante, atraído por un misterioso poder, trata de acercarse, la figura se desvanece y flota como un girón de niebla...
   A su paso por entre los árboles se oye siempre un rumor suavísimo que, a veces, es lamento y, a veces, suspiro. Suspiros y lamentos que infunden a la serenidad de la noche una dulce melancilía.
   ¡Es la sombra de Mariola! -dice el viandante sobrecogido.
   ¡la sombra de Mariola!... Blanca, ligera, transparente, va cruzando la sierra inundándola de misterio y poesía... De poesía hecha con rayos de luna, con deliciosas fragancias, con suspiros de amor...
   Y en la noche serena la brisa se hace dulce caricia y el agua corre con un rumor triste y quedo, como si fuera contando a las estrellas el romance de unos amores desdichados.
   Por eso la sierra más bella y fragante de la región lleva el nombre de la linda y desgraciada MARIOLA.
  
  

sábado, 16 de octubre de 2010

REPOSTERIA

ROLLITOS DE ANIS DE ORIHUELA

INGREDIENTES

1 Kg. de harina
1/4 Kg. de manteca blanca
1/4 de anís seco
Fondant blanco
Fondant de chocolate




Se amasan bien los ingredientes, se hacen tiras con la mano y luego se forma el círculo uniendo las puntas sobre una llanda. Se cuecen al horno a 200 ºC y una vez fríos se bañan por una cara con fondant blanco y otros con fondant de chocolate.


PASTEL DE GLORIA ORIOLANO

INGREDIENTES

Para unas 15 unidades

30 huevos
Obleas
Bizcocho
Mazapán
1 kg. de azúcar
Azúcar


Batir a punto de nieve las claras. En la oblea que utilizamos como base se pone bizcocho y un círculo de mazapán, y sobre estos una cucharadita de yema de huevo. Se extiende la clara batida sobre el conjunto formando una pirámide de 14/15 cm. de altura. Cocer al horno a 200ºC durante 8/10 minutos y finalmente espolvorear con azucar glass.

lunes, 11 de octubre de 2010

POBLACIONES DE ALICANTE


ABDET


ABDET esta situado en la comarca de la Marina Baja (Marina Baixa) a 34 km. de Benidorm, en el vertice norte del Valle de Guadalest, a las faldas de la Sierra de Serrella.
Está a 630 metros sobre el nivel del mar y su censo es de 98 habitantes.
FIESTAS: La última semana de Pascua se celebra la fiesta de los jóvenes en honor a San Vicente Ferrer y la tercera semana de agosto la fiesta de los casados en honor a la Virgen de los Dolores.
HISTORIA: La población es de origen árabe. En 1264 Jaime I la entrega a Vidal de Sarriá a quien en 1271 sucede su hijo Bernat de Sarriá, el cual en 1335 la cede al infante Pere. Más tarde, pertenecerian a los señorios de Cardona y Ariza.
En 1526, la población mora se revela contra la orden de conversión dictada por Carlos I. Luchan contra Castilla y se unen a los moriscos refugiados en las montañas del Vall de Laguart, hasta que son expulsados en 1609, dejando abandonadas las únicas doce casas de la población.
Posteriormente es repoblada, llegando a tener durante el siglo XVIII. veinticinco casas y junto a Confrides 822 habitantes


IMAGENES DE ABDET








FUENTES:
Imagenes extraidas de Abdet.galeon.com, Abdet.blogspot y Wikipedia.

miércoles, 23 de junio de 2010

jueves, 27 de mayo de 2010

LO A CLAVAO EL HIJO DE LA GRAN... BRETAÑA

LA MILLOR TERRA DEL MON

LA CARA DEL MORO



    En los primeros tiempos de la dominación árabe moraba el castillo un Príncipe cruel y despota, enemigo acerrimo de los cristianos.
     Este Príncipe, tenía una debilidad: su hija, la Princesa Zahara, bella entre las bellas y para quien su padre deseaba las mayores riquezas y honores.
     Su hermosura atraia a innumerables pretendientes, que solicitaban su mano, pero ninguno despertaba su interes, aunque pertenecian a las más ilustres estirpes mahometanas.
     Por entonces se gozaba de una tregua entre moros y cristianos.
     El Walí o Príncipe, aprovechó esta tregua para organizar unas fiestas donde los galanes podían demostrar sus habilidades ante los indiferentes y bellos ojos de Zahara.
     Un día que cansada y aburrida se refugió en sus jardines privados observó una sombra entre los árboles. Sorprendida y curiosa exclamó:
     - ¿Quien anda hay?
     De entre los árboles salió un joven apuesto que se quedo mirandola sin la menor turbación.  
     - ¿Quién eres?  - volvió a decir, impaciente y molesta, pues estaba acostumbrada a que todos se humillasen ante ella - ¿Qué buscas? ¿No sabes que el que penetra en este recinto tiene pena de muerte?
     - Después de cntemplarte no me importa morir - contestó el galán, sin apartar sus ojos de ella.
     La Princesa se sorprendió ya que nunca nadie le había dicho nada tan hermoso. Con todo aún recelaba, pues las emboscadas y la traición acechaban por todas partes, en aquella época.
     - Todavía no me has dicho quíen eres.
     - ¿Que importa? Ya ves que soy cristiano y eso es suficiente para que me entregues a la guardia. Al venir sabía que arriesgaba mi vida, pero tenía que cumplir mi más ardiente deseo: ¡verte!
     - ¿Por qué?...
     Tardó el cristiano unos momentos en contestar y clavando sus ojos en los de Zahara respondió:
     - ¿Acaso no lo adivinas? ¿Ignoras que la fama de tu hermosura ha llegado hasta los más apartados lugares? Yo te amaba sin conocerte. El trino de los pajaros, el aire entre los árboles, las olas del mar, las estrellas del cielo... En todo lo bello te encontraba. Nada en vida es importante porque la única razón de mi vida eres tú. Por eso arriesgue mi vida por conocerte. Quería convencerme de que eras tan hermosa como te soñaba.
     ¿Y ... que?, preguntó la joven anhelante.
     - Eres mucho más, tanto, que ya no eres mi vida sino mi muerte. Después de conocerte sé que no podré vivir sin ti -concluyó con amargura.
     - Yo no quiero que mueras -respondió la joven-. Ven - dijo con dulzura tomando su mano-. Te diré por donde escapar.
     Con sigilo le condujo a un cobertizo disimulado entre flores. Allí oprimió un resorte, y apareció un hueco por el que escaparse.
     - Sigue la galería y te llevará fuera de las murallas. Espera al anochecer y nadie te verá. ¡Que Alá te guie!
     ¡Volveré! - prometió el joven antes de desaparecer .
     Zahara regresó a sus aposentos donde le esperaban las esclavas dispuestas a vestirla y acicalarla para la fiesta de aquella noche.
     Cuando apareció en el jardín, envuelta su esbelta figura en un vaporoso almajar, hasta las flores sintieron envidia. Se hizo el silencio, pues todos los presentes quedaron absortos.
     El Walí era dichoso con el triunfo de la Princesa. ¡Su hija era digna de ser la más poderosa Sultana del Islam! ¡Y por Alá que lo sería!
     A partir de aquella noche Ben-Abed-el-Hacid solo pensaba en como casar a Zahara con el Sultán de Damasco. que buscaba esposa.
     Reunió a sus consejeros para estudiar el proyecto.
     Zahara mientras tanto, vivia ajena al deseo de su padre. No podía apartar de su pensamiento al joven cristiano y un sentimiento muy dulce inundaba su corazón. Vivía como flotando en un ensueño, pasando por rachas de melancolía o de alegría exuberante. Fátima, su nodriza, la sorprendió más de una vez con lágrimas en los ojos y mujer al fin, comprendió que estaba enamorada, pero..., ¿de quién? Su instinto le avisaba de un peligro y su vigilancia, desde ese momento, se hizo constante. Todos los hombres que tenian contacto con la niña, desde oficiales del Walí hasta los centinelas, fueron observados minuciosamente sin hallar indicio que confirmase sus sospechas. Fátima se tranquilizó pensando que la Princesa no estaba de enamorada de nadie en especial sino del Amor, que hacía acto de presencia en su incipiente juventud. La Princesita se pasaba la vida en el pequeño jardín y eso era motivo de preocupación. Se propuso descubrir que le pasaba y no tardó en averiguarlo. Una figura varonil aparecía y desaparecía todos los atardeceres como no queriendo llamar la atención.
     Y así fueron pasando los días. Los proyectos del Walí se iban realizando satisfactoriamente y se estaba preparando la embajada que habría de ir a Damasco.
      La Princesa desmejoraba notablemente y su padre, con frases cariñosas, intentaba averiguar la causa de su tristeza. Seguro de halagarla le hablaba de su próximo matrimonio y de la vida suntuosa y entre riquezas que le esperaba. Entonces Zahara palidecía y se abrazaba a su padre llorando, suplicándole que no la apartara de su lado. El Walí preocupado, ordenó llamar a los mejores físicos. Fué inútil, no hallando ningun mal. Entonces llamó a los astrólogos. Y los astros hablaron, revelando la verdad. El astrólogo jefe, rodeado de sus ayudantes, comunicó el resultado. Todos vestían largas túnicas negras bordadas de estrellas. Sólo Ibrahim, el jefe, llevaba una túnica azul, bordada con los simbolos del zodíaco.
     El astrólogo, habló ante el Walí:
     - Tu hija, poderoso señor, padece un mal propio de la juventud. Está enferma de Amor y además de un Amor imposible.
     El asombro de Ben-Abed-el-Hacid fué enorme.
     - Ibrahim -preguntó rápido-, mientes, pero si estás tan seguro, dame el remedio que la cure. De no hacerlo así, morirás.
     El adivino sonrió y tranquilamente dijó:
     - No te servirá de nada mi muerte, ya que sólo el amor puede salvar a tú hija.
     - Entonces empezaré inmediatamente con los preparativos de su boda con el Sultán.
     - ¡Oh, Principe! no entiendes. Zahara solo sanará con el amor que ella decida.
     El Walí no dio importancia a estas palabras. Estaba seguro que su hija se sentiría dichosa al desposarse con el Sultán que, además, era joven, apasionado y la esperaba con impaciencia.
     La nodriza, no perdía de vista a la Princesa y una tarde la sorprendió  oprimiendo el resorte oculto en el macizo de rosas. Se ocultó entre los árboles y presenció a los enamorados que, olvidándose de todo, se juraron amor eterno.
     - ¿Quién eres?. Aún no se tú nombre.
     - ¿Como me llamas en tu corazón?
     - Amado -contestó dulcemente Zahara.
    - A ninguno mejor podía aspirar, pero es justo que sepas quien soy. Raza, patria, religión... todo nos separa, sin embargo, mi amor está por encima de todos los obstáculos. Que Dios me perdone. Soy el primogénito del Conde García de Oñate, añadió con orgullo.
     La Princesa se estremeció al oir ese nombre. Era el mayor enemigo de su padre.
     - Ya ves, amada mía, que triste es nuestro sino, pues ni tú padre ni el mío cederá jamás.
     - Huyamos. -dijo Zahara- Yo estoy dispuesta. Tu patria será mi patria y tu Dios mi Dios.
     El cristiano, emocionado, besó los divinos ojos que tanto amor reflejaban.
     Fátima, que escuchaba conmovida, se decidió a intervenir temerosa de que la guardia los sorprendiera.
     Su aparición sobresaltó enormemente a los enamorados.
     - ¡Que locura, hijos míos! Vete, cristiano y dame tu palabra de honor de que no volverás. Yo prometo callar aunque arriesgo mi vida si esto se descubre.
     En ese momento se oyeron las pisadas de la guardia haciendo su ronda. El joven apenas tuvo tiempo de huir.
     Al instante fue llamada por su padre. Acudió temblando, temerosa de que supiese algo, pero su expresión radiante le devolvió la tranquilidad.
     - Dentro de dos días, saldremos para Damasco donde te casaras con el Sultán.
     Zahara se quedó paralizada por el terror. Palideció intensamente y gritó.
     - No. No iré nunca, ¡nunca!
     El desconcierto y la cólera del Walí fueron terribles.
     - Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes? ¿Por qué no irás? -rugió, mientras la zarandeaba violentamente.
     Esta, desesperada, tuvo valor para contestarle:
     - Porque amo a otro.
     Rapidamente la mano del padre abofeteó las mejillas de la niña.
     - Su nombre -exigió.
     Ella permaneció callada mientras era maltratada por su padre, ciego de furor, hasta caer al suelo desvanecida. Entonces llamó a la nodriza que, atemorizada por las amenazas, reveló cuanto sabía.
     Ben-Abel-el-Hacid comenzó a meditar su venganza. Tenía que matar a Fernando de Oñate, pero con sigilo, a traición, ya que moros y cristianos gozaban de una beneficiosa tregua y no quería ser él quien la rompiera.
     Todo parecía normal pero se vigilaba estrechísimamente la galería secreta, para dejar paso franco al hijo del Conde de Oñate. Había que prenderlo dentro del castillo para acusarle de espía.
     Los amantes fueron sorprendidos en el jardín y los guardias detuvieron al joven trasladandolo a las mazmorras. Zahara sabía lo que le esperaba a Fernando y no podía soportar el dolor que atenazaba su corazón. La Princesa enfermó y aunque era atendida por los mejores físicos, todo fue inútil. La joven se moría.
     La noticia corrió como la pólvora por el castillo. Muchos lloraban. La niña era querida por todos. El Walí, al saber la noticia, se estremeció. Su pecho ardía. Su amor de padre luchaba contra su orgullo herido. Acudió a verla y al encontrarla tan frágil, tan indefensa, con una expresión de terror en su rostro, sus sentimientos paternos se impusieron a todo lo demás. Ordenó salir de la estancia a todos los presentes y se quedó sólo con su hija.
     - Zahara, hija -decía mientras le acariciaba la frente- tranquilizate. No ha ocurrido nada irremediable.
     Estas palabres fueron un rayo de luz haciendola volver a la vida.
     Pasaba el tiempo, y aunque Fernando seguía preso la esperanza anidó en el corazón de Zahara.Un día, su padre prometió perdonarla y liberar al cristiano si ella lo olvidaba y se desposaba con el Sultán. Fue inútil. Zahara renunciaba a su amado para salvarle, pero ¡jamás se casaría con otro!
     Una cólera fría se apoderó del Walí. ¡Su paciencia había llegado al límite! ¡Sus proyectos y ambiciones habían fracasado! ¡¡Y todo por un cristiano!! Jamás lo consentiria. El cariño por su hija se desvaneció.
     Ben-Abed-el-Hacid fraguó un diabólico plan. Volvió hacia su hija, que no paraba de llorar y aparentando una calma que estaba muy lejos de sentir, le propuso una solución que era la trampa en la que cayó incautamente.
     Zahara, le dijo seriamente su padre, hagamos un pacto. Pero comprometiendonos a respetarlo. Si yo gano tú obedeceras mis ordenes. Si por el contrario ganas tú te dejaré libertad para hacer lo que quieras. ¿Lo cerramos?
     ¿Que podía hacer sino aceptar? De nuevo su corazón se abría a la esperanza. Entonces la voz del Walí sonó fría y metálica como un cuchillo:
     - Mira, dijo señalando el panorama, si mañana este paisaje que contemplamos tan limpio y azul amanece nevado, tu ganarás. Si todo sigue igual, ganaré yo.
     Y sin esperar contestación salió del aposento.
      Fueron pasando tristemente las horas hasta que el cansancio rindió a Zahara. Al despertar, un sollozo subió a su garganta al observar que el sol inundaba la estancia. Un cielo azul se recortaba en el marco de la ventana. ¿Donde estaba la nieve? Y ella que ni siquiera la conocía, angustiada acudió a la ventana. Un grito de asombro se escapó de sus labios. ¡Por Alá misericordioso! ¿Era posible aquello? Toda la extensión que abarcaban sus ojos aparecía cubierta por un manto blanco. ¡¡ Todos los almendros, que poblaban los alrededores, habían florecido aquella noche como si se tratara de un perfumado ejército que quisiera demostrar su adhesión a la Princesita!!
     Zahara, emocionada, salió corriendo hacia el aposento de su padre para enseñarle el milagro. También éste estaba asombrado, pues si aquello no era lo que habia pedido sí era desconcertante. Al llegar su hija tuvo un momento de perplejidad y titubeo, pero pronto su rostro se endureció y adquirió un rictus cruel. En ese momento se alegró de haberse adelantado a los acontecimientos.. Su mirada sombría se dirigía hacia el torreón donde una figura humana pendía de la horca...
     La joven miró en la misma dirección. Un grito de dolor salió de su pecho. Dejó la habitación y se dirigió hacia el fatídico sitio. Los ojos horrorizados del padre vieron cómo la blanca figura se abrazaba al cuerpo ya sin vida y antes de que nadie pudiera ayudarles, horrorizado, observó cómo los dos enamorados caían al vacío, salpicando con su sangre la inmaculada blancura de las flores...
     El Walí, corrió hacía el lugar donde cayeron los dos jóvenes. Nadie se atrevió a detenerle, pues su aspecto inspiraba pánico. Cuando al llegar vio los restos ensangrentados, que yacían en el fondo del barranco, un alarido brotó de su pecho. Después...
     ¿Fue un desvanecimiento? ¿Un acto voluntario? Nunca se sabrá. Lo cierto es que su cuerpo se desplomó en el vacío. 
     Al día siguiente la ciudad entera quedaría muda de asombro ante un hecho prodigioso. En el Benacantil se veía una cara que recordaba al Walí.
     La imaginación popular halló pronto una explicación. El moro había sido castigado por su crueldad y su rostro permanecería eternamente azotado por los vientos y expuesto a todas las vejaciones del tiempo y los hombres.
     Los almendros, en esta bendita tierra, siguen floreciendo como nieves milagrosas, todas las primaveras y trayendo su poético mensaje a los enamorados. Algunos de estos preciosos árboles, desde entonces, ostentan flores rosadas y no blancas, como la mayoría, en recuerdo y tributo a unos amantes desgraciados que derramaron su sangre por un amor tiñendo con ella aquellas flores que se abrieron para salvarlos.